S.O.V 3

Mientras más avanza mi soltería, más aparecen cosas difíciles de hacer sola (o hacer acompañada). De hecho, esta sección debería llamarse algo así como "Lo peor de ser soltera otra vez", aunque de lo malo uno siempre saca cosas buenas y moralejas... porque sí, porque uno igual se da la lata de reflexionar a través de estos post.

Esta vez, lo peor de ser soltera otra vez podría ser (es) la presión. Podríamos decir que la amiga de una amiga es decentemente piola. No hace escándalos (ya no), no alumbra carretes, ni personas, ni pinches, ni amantes ni nada. Además es tímida como un pollo, y aunque esté loquita, cumple con ese absurdo estereotipo de "La mina para pololeársela" (que cosa más flaite). La amiga de la amiga cada vez que queda soltera tiene algún puñado de hombres jotes esperando que la mujer en cuestión se decida a caer en los brazos de alguno... para pololear. Porque pareciera ser que ella no los va a engañar, pareciera ser normal, pareciera ser que les cocinará un queque, pareciera ser una mujer de su casa. Pero ella es más viva que ellos, y sabe que nada de eso es cierto, e incluso está consciente de que encaja con ese estereotipo... e incluso lo odia, porque a veces sólo quisiera que un macho alfa la tomara y después la dejara ir (algo así como un touch and go). Cosa que difícilmente ocurriría.

Y difícilmente ocurriría porque ella, consciente y loquita como ella sola, tampoco está dispuesta a ponerse la minifalda y plancharse el pelo e ir a la disco. Porque no, porque no entiende como todo tiene que parecer un disfraz, todo tiene que encajar con un estereotipo... porque ella es piola, es realmente piola y odia esos caracteres inventados, y sobretodo porque ella siente que puede estar en los dos extremos, sólo depende de con quién esté, y no de la minifalda que se ponga. 

Pero bueno, así es como la amiga de la amiga, atrapada en su estereotipo, empieza a salir con alguien, y la cosa podría ir perfectamente bien (en serio), si no fuera porque ella ha pasado 1/3 de su vida en diferentes relaciones, y porque ya no está dispuesta a hacerlo, porque ahora se siente más joven que cuando era más joven, porque finalmente la experiencia te permite pasarlo mucho mejor.

Es más, podría ir perfectamente bien si él no lo apurara tanto, y si se acabaran las costumbres de ella, esas costumbres de pololos, de regalonear, de los celos absurdos, de la posesión y esas cosas. De hecho, ahora que reflexiono y pienso en ella, podría ir mucho mejor si los dos estuvieran parados en el mismo punto, si él hubiese terminado hace poco o si sus relaciones hubieran sido más largas e importantes, porque es evidente que ella en un mes no está preparada para nada, sólo está acostumbrada al cariño, a dar y recibir en un vaivén eterno. No, perdón, eterno no, porque ella ya no está dispuesta a dar tanto, porque ella todavía está herida y quiere recibir más antes de decidir si quiere seguir soltera o entrar nuevamente a una relación. ¿Aló? Si hay relación, lo que no hay es un nombre para ella. Y esa es, finalmente, la presión. Poner un nombre como elegir el nombre del hijo que nace en nueve meses, de la mascota nueva, de todo. Valorar más la palabra que la acción, que el riesgo que ella toma cuando intenta volver a entregar algo. Decir y decidir atarse... de-ci-dir-lo. Que lata este cuento.

Si pueden dense un tiempo para leer esta carta del blog de Barbie Soltera (no soy yo, en serio sólo es una coincidencia). Yo misma debiera tener una pizarra electrónica en el pecho para decir estas cosas... O sea, yo no, la amiga de la amiga debería tenerla jajaja.

¡Besos!