Recuerdo cuando en las clases de filosofía el profesor nos hablaba de la invasión de lo Real en lo simbólico, cuando nos dijo que el amor era parte de lo Real, porque inevitablemente se convertía en trauma luego de descubrir que nunca fuimos uno, que idealizamos, que se acaba. El amor puede ser un incendio grande o pequeño, importante o desconocido, y sin importar cómo sea siempre destruye algo. Siempre.
Me acuerdo de lo Real porque lo Real se escapa a lo simbólico, no puedes explicarlo. Eso me pasa al intentar explicar la pena que siento. No sé porqué la siento, sólo puedo sentirla e intentar reprimirla o dejarla invadir todo mi cuerpo. Estoy sola, aquí puedo llorar en paz.
Me encantaría decir que las heridas sanaron, y que al menos el tiempo no se detiene ni un segundo al volver a verlo. Que no hay un terremoto en mi corazón que me recuerde que fracasamos, que quizás perdimos más tiempo del necesario intentando reconstruir un paraíso que se caía a pedazos, un paraíso que quizás nunca existió, que nos inventamos por temor a fracasar, porque anunciamos con bombos y platillos una relación que ya no podíamos echar atrás. Porque inevitablemente dos personas demasiado distintas terminaron enamorándose, incendiándose, dañándose.
Supongo que esta vez debería sacarme la máscara y decir que ambos hicimos ese daño, no sólo él, pero ahora estoy hiriendo sólo yo. Y eso me duele hasta marearme, hasta perderme. Porque hago entrar otras vidas a vidas cerradas y porque me siento infinitamente egoísta, al menos si me pusiera en sus zapatos. Supongo que el mundo que me importó, el de los cahuines, ese mismo que habla a las espaldas porque no les importas, hoy se reduce a las tres personas esenciales, de las cuales inevitablemente una me importa menos, y esa soy yo, porque me conozco, porque me he enamorado cuatro veces y media y el amor ya no me duele tanto, ya no me bota hasta tumbarme. A estas alturas soy más fuerte que a los 15 años.
Pero sé que mi ex me dio un amor que no había dado antes, y no soy quien para venir y destruir aunque sea un pedazo de su mundo. Porque igual recuerdo cuánto se sufre después de la primera vez que te enamoras de verdad, que te proyectas. Sé que mueres, o que al menos muere un pedazo de ti, y ese pedazo no se reconstruye tras el incendio, esas cenizas permanecen hasta cambiarte, hasta intoxicar un poco el aire puro que respirabas. La inocencia se va yendo, el miedo permanece, y aunque tenga todo el derecho a rehacer mi vida, no sé cuánto es el tiempo que debería haber esperado, quizás me gustaría que hubiera una fórmula o una investigación científica. "¿Duraste seis años? debes esperar un año", y yo diría "OK, entiendo", y quizás hasta me bajaría del barco en el que estoy ahora, ese barco que se tambalea más que los otros porque yo estoy temblando sobre él, ese barco que me devuelve el miedo a hundirme. Ya no sé qué hacer.
Perdón si escuchaste que estaba con alguien, que mis sueños se volvieron realidad.
Me encantaría decir que las heridas sanaron, y que al menos el tiempo no se detiene ni un segundo al volver a verlo. Que no hay un terremoto en mi corazón que me recuerde que fracasamos, que quizás perdimos más tiempo del necesario intentando reconstruir un paraíso que se caía a pedazos, un paraíso que quizás nunca existió, que nos inventamos por temor a fracasar, porque anunciamos con bombos y platillos una relación que ya no podíamos echar atrás. Porque inevitablemente dos personas demasiado distintas terminaron enamorándose, incendiándose, dañándose.
Supongo que esta vez debería sacarme la máscara y decir que ambos hicimos ese daño, no sólo él, pero ahora estoy hiriendo sólo yo. Y eso me duele hasta marearme, hasta perderme. Porque hago entrar otras vidas a vidas cerradas y porque me siento infinitamente egoísta, al menos si me pusiera en sus zapatos. Supongo que el mundo que me importó, el de los cahuines, ese mismo que habla a las espaldas porque no les importas, hoy se reduce a las tres personas esenciales, de las cuales inevitablemente una me importa menos, y esa soy yo, porque me conozco, porque me he enamorado cuatro veces y media y el amor ya no me duele tanto, ya no me bota hasta tumbarme. A estas alturas soy más fuerte que a los 15 años.
Pero sé que mi ex me dio un amor que no había dado antes, y no soy quien para venir y destruir aunque sea un pedazo de su mundo. Porque igual recuerdo cuánto se sufre después de la primera vez que te enamoras de verdad, que te proyectas. Sé que mueres, o que al menos muere un pedazo de ti, y ese pedazo no se reconstruye tras el incendio, esas cenizas permanecen hasta cambiarte, hasta intoxicar un poco el aire puro que respirabas. La inocencia se va yendo, el miedo permanece, y aunque tenga todo el derecho a rehacer mi vida, no sé cuánto es el tiempo que debería haber esperado, quizás me gustaría que hubiera una fórmula o una investigación científica. "¿Duraste seis años? debes esperar un año", y yo diría "OK, entiendo", y quizás hasta me bajaría del barco en el que estoy ahora, ese barco que se tambalea más que los otros porque yo estoy temblando sobre él, ese barco que me devuelve el miedo a hundirme. Ya no sé qué hacer.
Perdón si escuchaste que estaba con alguien, que mis sueños se volvieron realidad.
Si. Ojalá existiera una formula o un calculo matematico que nos ayudara a saber cuanto esperar o mejor aún, a saber qué esperar. Porque tienes razón, despues de tanto porrazo la inocencia se va yendo y el miedo permanece, el problema es que permanece y se hace dueño de todo!!! y ahi es cuando uno empieza con los conflictos internos y las batallas con el mundo. Pero me gusta creer que todo es un proceso y que la frase tiempo al tiempo es muy cierta y que ayuda ene. Ánimo! mucho ánimo.
ResponderEliminar